Daimiel en el Emily Morgan

Antoni Daimiel es un periodista deportivo especializado en baloncesto, concretamente en la NBA, la liga más importante de dicho deporte en EE.UU y en el mundo entero. Si por algo se le conoce, aparte de por su dedicación a esta faceta, es por haber trabajado con el célebre Andrés Montes.

En este ocasión relataremos una experiencia que vivió durante unas finales de la NBA en San Antonio, Texas. Daimiel siempre se ha considerado un hombre escéptico en lo relacionado a temas de espíritus y sucesos paranormales. Corría el año 2014 y este se hospedaba junto a un grupo de compañeros de profesión en un famoso hotel de San Antonio, el Emily Morgan. Este ya tenía cierta fama de “estar encantado”, como tantos otros de esa zona. La organización de la NBA había sido la encargada de hacer la reserva de las habitaciones. Uno de los compañeros, haciendo una pequeña investigación personal acerca del hotel, descubrió los comentarios y reseñas que se hacían de la estancia en este edificio situado en el centro de la ciudad. 

Durante la primera noche no pasó nada reseñable. Recordemos que las finales de la NBA son al mejor de siete partidos, por tanto la estancia se iba a alargar durante un tiempo. Pues bien, la noche previa a un sábado de partido comenzaron a sucederle cosas extrañas a nuestro protagonista. Este estaba en el séptimo piso del edificio. Nada más salir del ascensor de dicha planta se abría un largo pasillo, y, al final de este, había tres habitaciones contiguas. En una de ellas se hospedaba Daimiel.

A eso de las 2 o 3 AM, algo interrumpió su tranquila velada. Parecía una persona. Una persona mayor. Esta estaba tosiendo de una forma repetitiva y asfixiante y consiguió transmitir una sensación de agobio al que lo oía. Hasta tal punto llegó la desesperación y desasosiego del periodista que decidió llamar a la recepción del hotel para ver si la persona que se hospedaba en alguna de las habitaciones contiguas necesitaba ayuda o asistencia médica. La voz al otro lado del teléfono le preguntó por la habitación en la que estaba y de dónde estaba escuchando esos sonidos. Cuando Daimiel le dijo la habitación en la que se encontraba, la personaba que estaba al teléfono le dijo: “No se hospeda nadie en ninguna de las habitaciones de al lado”.

En ese momento, el periodista se quedó perplejo, sin embargo, no le dio más importancia, quizás sería alguien en el piso de arriba o abajo. De repente, antes de volverse a acostar, escuchó como alguien estaba subiendo hacia la planta en la que se encontraba. Seguidamente, notó como alguien estaba golpeando la puerta de una de las habitaciones contiguas. Daimiel pensó que desde recepción habían atendido su llamada y se disponían a comprobar si realmente alguien. Este abrió la puerta y vio a un señor que se encontraba delante de la puerta de la habitación de al lado. Se giró y le dijo: “aquí no hay nadie”. “Ya, ya, ya me han dicho eso en recepción” , le dijo el periodista. Justo entonces, aquel hombre abrió la puerta de la habitación y volvió a repetir las palabras que había dicho un momento antes. Daimiel se metió adentro de la habitación y fue entonces cuando se dio cuenta de que una botella de agua que había dejado encima de la mesilla de noche no estaba. Había desaparecido.

Tras despertarse aquella mañana, Daimiel se vistió y decidió bajar a desayunar. Todo había sido muy extraño. Pulsó para que el ascensor parara en su planta, la 7. Cuando se abrió se encontró con uno de sus compañeros que dormía en uno piso superior y que también había decidido bajar a desayunar en ese momento. Se saludaron y comenzar a hablar sobre cómo habían dormido y, concretamente, de los hechos que habían sucedido en torno a la habitación de Antoni Daimiel. De repente, al llegar a la planta 3, el ascensor se detuvo y delante de sus ojos apareció una señora mayor de unos 80 años que todavía llevaba el pelo muy mojado e iba dejando un rastro de agua a su alrededor.

La señora se monta sin saludar ni decir nada a ninguno de los dos. Una vez el ascensor cerrado, esta se da la vuelta y les da la espalda a los periodistas. La anciana no pulsó ningún botón y justamente en la siguiente planta se bajó del ascensor. En ese momento, se dio la vuelta, los miró fijamente y les dijo: “bla, bla, bla”, a la vez que movía una de las manos como si fuera una pinza.

Daimiel tras vivir esta serie de sucesos tan extraños se informó acerca del lugar y descubrió que antiguamente había sido un hospital para tuberculosos y que en la última planta había una morgue. Este preguntó también en la recepción del hotel para informarse acerca de la historia de aquel edificio, pero se encontró con todo negativas por parte del personal. Solamente pudo hablar con un vigilante durante un cambio de turno y este le dijo que no le creería todo lo que había vivido durante dos años trabajando en el turno de noche.

Daimiel le comentó los hechos a un viejo conocido y le dijo que probara a dejar la luz del baño encendida mientras dormía, de esta forma estaría más tranquilo. Pese a su escepticismo, Daimiel le hizo caso y se acostó. A las 3 de la mañana, el periodista se despierta sudando. Hacía mucho calor en la habitación; el ambiente estaba muy cargado. Antoni se levantó a beber agua y a encender el aire acondicionado y, en ese momento, la luz del baño que había dejado encendida comenzó a parpadear. Este la veía por la rendija de abajo de la puerta. Asustado y pensando en el partido del día siguiente (necesitaba descansar), Daimiel y otro compañero suyo al que también le ocurrieron sucesos paranormales decidieron cambiar de hotel y acabaron durmiendo en uno dos calles más lejos del Emily Morgan.

1 comentario

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *